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Patagonia

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Yvon Chouinard, el legendario fundador de la marca, en cuyo logo se puede ver el Fitz Roy de  Patagonia, comenzó a escalar en 1953, a la edad de 14 años. Comenzó haciéndose miembro del Southern California Falconry Club, cuyos miembros entrenaban halcones y águilas. Un buen día, Don Prentice, uno de los adultos, enseñó a los adolescentes a rapelar para alcanzar un nido: el flechazo por la escalada fue instantáneo; había nacido su pasión por la montaña. 

Poco después de esta epifanía acontecida a los 14 años, comenzó a frecuentar el gran ambiente alpinístico de la California de aquella época, en la que se empezaba a gestar una revolución. Se juntó con otros jóvenes escaladores del Sierra Club cuyo nombre ya suena a leyenda, como Royal Robbins o Tom Frost. Los 3 hicieron historia en los big walls de Yosemite, aun vírgenes. 

Pero para Chouinard, tan importante era la escalada como la forma de hacerla. Pronto se dio cuenta de que, con los medios de la época, el daño que se hacía en la roca y la naturaleza era alto. Aprendió herrería y comenzó a fabricar unos nuevos pitones extraibles para él y sus amigos. También empezó a venderlos. No se detuvo allí: fue quien creó el concepto de escalada limpia, inventando y fabricando los empotradores de aluminio, entre otros sistemas de bajo impacto, que revolucionaron la escalada mundial. 

Cuando años después fundó Patagonia, sus motivaciones seguían siendo las mismas: firme defensor del ecologismo y de la empresa anticorporativa cargada de responsabilidad social. “Veía lo que ocurría en los rincones remotos del mundo: desforestación, polución, desaparición de la fauna. También lo podía ver cerca de casa: sequoias milenarias sucubmiendo al smog de LA, costas y montañas arrasadas por el desarrollo.” 

Y decidió que, en la medida de lo posible, Patagonia no sería parte del problema. Sus prendas serían de la más alta calidad, tendrían todo el I+D necesario, hechas por escaladores y montañeros para escaladores y montañeros, pero cuidarían al máximo todo el proceso: materia prima y fabricación. Y eso incluiría también el bienestar de toda la cadena de trabajadores. Para Chouinard no tenía sentido crear material y prendas para el amante de la montaña que contribuyeran a destruirla. 

Destinó (sigue haciéndolo) un buen porcentaje de los beneficios a luchar por el planeta: desde financiación de campañas contra presas en las montañas cercanas o de eliminación de edificios en Yosemite hasta restauración de numerosos ecosistemas dañados a lo largo del mundo. También han sido punta de lanza en el reciclado plástico (todos sus forros polares proceden del reciclaje de latas y botellas), o de uso de algodón orgánico (todos sus productos desde hace 2 décadas lo emplean)

Este espíritu de Patagonia nunca ha interferido en la calidad. Más al contrario: sus chaquetas de esquí, alpinismo y montaña, sus forros polares (fueron los primeros, y siguen siendo los mejores), sus chaquetas con relleno (también fueron pioneros en el gran boom de las segundas capas de fibra que sustituyen con éxito a los polares), los pantalones y la ropa outdoor de esta marca son de una calidad y un diseño del más alto nivel, herramientas listas para su uso en cualquier condición y actividad. 

30 años después de la aparición de la marca Patagonia como complemento al hardware para escalada limpia que ya le había hecho famoso en todo el mundo, Chouinard afirma que “seguimos intentando hacer el mejor producto. De hecho, en los últimos 5 años hemos aumentado aún más la inversión en I+D. Y puede que en estos 30 años hayamos cometido errores, pero no nos hemos desviado demasiado de nuestro camino, y no tardamos en volver a él.”

Categoría:: Montaña, Ropa

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